4 de marzo de 2007

Leave it behind


Como quienes me conocen saben (y muy bien), una de las cosas que más disfruto en la vida es viajar. Tanto, que soy la clase de persona que está dispuesta a pasar la noche en un autobús o "invertir" una parte de mi día en arreglar habitaciones de hostal con tal de ver todo lo que sea posible. Continuaría explicando el por qué de esta situación, pero eso sería desviarme del tema de manera colosal. Tal vez en otra ocasión.

Hay dos partes del proceso del viaje que detesto con todo mi corazón, una más que la otra: el empaque y el desempaque. Nunca sabes qué puedes necesitar, cómo va a estar el clima, si será bueno cargar traje de baño, o ropa formal, o si con un suéter ligero te alcanza, o si llevar un suéter grueso será demasiado, etc., por lo que normalmente, al menos yo en lo particular, termino llevando catorce suéteres (de diferentes grosores y grados de presentabilidad), doce trajes de baño (por si unos están mojados, además de que hay que prevenir para situaciones en que determinados trajes no sean apropiados), siete pares de zapatos (tenis, zapatos altos, zapatos de salir, zapatos de estar, zapatos de caminar, chanclas, chanclas de baño), tres PJs (de frio, de calor, de mientras las otras se lavan) y cero piezas de ropa interior. Porque estando tan preocupada pensando en las blusas, pantalones, suéteres y trajes de baño, olvidé empacar esa parte. Definitivamente, odio empacar.

El problema de sobreempacar (y en general, de empacar sin estrategia) es que normalmente lleva a moverse con lentitud. Sea porque la maleta pesa 55kg y hay que pagar sobrepeso (independientemente de que tratar de moverla requiere una grúa o un certificado de regalo para el ortopedista de su confianza), o porque hay que parar en cada super en el camino a comprar ropa interior, cepillo de dientes, arnica o crema humectante para manos. La realidad es que hay que saber empacar.

La vida es un viaje, no un destino. Empacamos para la vida cual si se tratara un viaje de mochileros por Europa, cada quien a su medida. Y en el camino nos vamos encontrando con cosas que se hacen parte de nosotros y nos complementan a lo largo del viaje; cosas buenas y malas, que pueden destruirnos o mejorarnos por igual.

Precisamente porque hay que empacar con estrategia, hay cosas que hay que dejar atrás. Las as malas experiencias, el dolor, el rencor, el orgullo, son algunas de tantas cosas que no deberían entrar en la maletita, porque el viaje es difícil de por sí para cargar con ese peso adicional. Todo lo negativo es inútil, porque en vez de construirnos nos corroe y nos detiene. Sin embargo, antes de olvidarlas o sepultarlas para siempre, habría que evaluarlas y sacar lo bueno que llevan adentro. Toda experiencia, aún más las malas, es un aprendizaje que, al contrario, nos levanta y nos ayuda a tomar mejores decisiones en el futuro, y que nos hace más sabios y más felices.

No puedo seguir por la vida cargando el dolor que la gente a mi alrededor me ha causado, porque si lo hiciera, todo recuerdo tendría un dejo de amargura, y mi vida se sentiría como una senda espinosa que ha sido más un martirio que una aventura. Quiero proponerme hoy, y cumplirlo, cargar con las cosas que me hacen mejor, no con las cosas que me hacen llorar cuando las recuerdo.
You got to leave it behind
All that you fashion
All that you make
All that you build
All that you break
All that you measure
All that you feel

All this you can leave behind

All that you reason,
It's only time
And I'll never fill up all I find
All that you sense
All that you scheme
All you dress-up
All that you've seen
All you create
All that you wreck
All that you hate
 

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