La sorpresa no era la que ella estaba esperando: ahora se veía forzada a tomar una decisión. Tenía en su poder algo que él quería, algo que él le había pedido; ella no había hecho realmente un esfuerzo por conseguirlo, pero para bien o para mal, ahí estaba, viéndola desde el otro lado de su monitor.
Dárselo era buscarlo otra vez. No sabía si le convenía hacerlo. Él sólo la buscaba cuando ella le daba algo, o al menos eso creía ella, después de haberlo borrado de entre sus contactos para ya no obsesionarse con si estaba en línea o no, o si pensaba dirigirle aunque sea algunas palabras antes de darle un pretexto idiota para dejarla una vez más deseando escuchar, o mejor dicho, leer, todo aquello que ella tanto había esperado de él. Antes le escribía diario. Ahora ella había dejado pasar seis días antes de escribirle otra vez, muy casualmente, y sólo unos minutos después una ventanita se abrió, dándole las gracias por el contenido del correo.
Había soñado con ella, le dijo, y aunque no se lo dijo, ella pensó que él en el fondo tenía miedo de perderla. Una vez más, le dirigió en silencio un muy sentido "idiota", puesto que era ridículo temer perderla, cuando no estaba haciendo nada por intentar conservarla. Ella estaba harta de intentarlo, como seguramente él estaba harto de hacerle saber a medias lo que sentía por ella. Si es que algo sentía por ella, pensó.
No dijo nada. No hizo nada. En el fondo, ya sabía que no había futuro, y cada día, cada hora, y tal vez no cada minuto, pero sí más seguido de lo que querría admitir, tenía que recordarse que lo mejor era olvidarlo y seguir adelante, y dejarlo por la paz. Seguro que él la dejaría ir, puesto que bien sabía que es demasiado cobarde para luchar por las cosas que quiere. Si es que ella estaba entre ellas. "Y para qué quiero a alguien que no se atreve a luchar por lo que quiere", pensó, consciente de que más que una pregunta, hacía una racionalización.
Sacudió la cabeza y suspiró otra vez después de dirigir su pensamiento al objeto del deseo en cuestión. "No se la merece", pensó. "Pero quién soy yo para decidirlo".
Mirando a nadie en particular, deseó que alguien le dijera que hacer, y sin decir nada más, se fue a dormir, pensando en las cosas que no pudieron ser, y en las preguntas que no tenía a quién hacerle...
Y a éstos les llamo los "tristes finales sin retorno", antes los archivaba y cuando quería ese sentido pequeño de la luz al final del túnel acudía a ellos, hasta que me dí cuenta de que perdía el tiempo buscando en un túnel oscuro como camino único, habiendo tantos caminos alrededor por recorrer.
ResponderBorrar;) Me encantó tu post.
Lindo post.
ResponderBorrarNo voy a opinar, por que me sentiría como un extraño que ha invadido tu habitación en el momento más reflexivo para decirte "pues yo opino que..." así que me callo la boca por una vez.
Mejor parafraseo a Janistika: el túnel no es la única manera de cruzar la montaña... ¡hay tantos senderos!
Un saludito de duende.