29 de junio de 2017

Un mundo sin papás

 Cuando estaba en primero de primaria, una de mis primeras mejores amigas era Dorita.  Dorita era vecina del Tío Salim, que era en esa época una de las pocas celebridades de la TV local, y gracias a ella más de una vez alguno de mis dibujos del Inspector Gadget se dio a conocer a lo largo y ancho de la zona de cobertura de Trecevisión.

Hoy me acordé de Dorita.  No tengo 100% derecho a preguntarme qué ha sido de ella, porque la tengo en Facebook; siento que Facebook nos ha arruinado la alegría de re-encontrarnos con una amistad lejana: ahora, si me la encontrara en la calle, quizá me daría pena preguntarle qué ha sido de su vida, porque le quedaría claro que no le he prestado la atención suficiente a sus publicaciones.  Aun así, sé que está casada, que tiene al menos un hijo, que de repente escribe sobre su trabajo.

Pero hoy me acordé de Dorita porque en algún momento, probablemente en 1987, Dorita me cantó una canción que decía "Me dicen, me dicen, me dicen Memotronic".  Y yo obviamente a mis seis años le dije que la canción decía "Technotronic", no "Memotronic".  No fue sino hasta después que supe que ambos existían.

Eran otras épocas.  Eran los tiempos en los que todos los niños veíamos las mismas caricaturas, y escuchábamos los mismos programas de radio, porque sólo había dos canales en la TV, y un puñado de radiodifusoras que podíamos escuchar en el camino a la escuela.  Aún así, Dorita conoció primero a Memotronic, y yo a Technotronic.  Nuestros papás tenían gustos distintos para la radio.

La mente es algo curioso.  De Memotronic pasé a Dorita y a su papá, y a recordar que supe hace algunos años que había fallecido.  Y que el papá de otra amiga más cercana falleció hace poco también.  Y el papá de un compañero de la universidad, al que en realidad nunca conocí, pero aun así asistí a la misa.  Y así.  En cada ocasión lloré.  Lloré mucho.

Esta cadena de pensamientos me hizo llorar en el coche, a media conversación con mi novio acerca de nuestros planes del fin de semana.  Esos papás que nos llevaban a la escuela; los que elegían las estaciones de radio, seguramente pensando en nosotras; los que iban a los festivales, los que nos vieron crecer.  Los que eran nuestra guía, nuestro sostén.  Algunos de ellos ya no están; a los que quedan, no sabemos cuánto tiempo más estarán aquí.  Esa certeza/incertidumbre me hace llorar desde que tengo cinco años.

Un día vamos a vivir en un mundo sin papás; en un mundo donde los papás, los abuelos seremos nosotros.  Donde las decisiones difíciles, los días complicados, las elecciones erróneas sean totalmente nuestras para cargar; donde la guía seamos nosotros, para quienes tengamos en nuestro presente o nuestro futuro tener a alguien a quien guiar.

Es aterrador, en mi opinión.  No puedo pensar en algo más terrible, más espantoso.  Pero a ellos les pasó, y tuvieron que seguir adelante, con nosotras, por nosotras.  Nunca supimos (o al menos, yo nunca supe, y conociendo a mi papá, nunca sabré) qué fue para ellos encontrarse un día en un mundo sin papás.

Espero un día descubrir que hay una curva, y que las cosas se van a sentir mejor; que esta sensación de que de aquí sólo vamos cuesta arriba es temporal.  Pero la verdad...


24 de mayo de 2017

"Cuando estás acostumbrado al privilegio, la igualdad se siente como opresión."

Va de nuevo: "Cuando estás acostumbrado al privilegio, la igualdad se siente como opresión".  Quizá te haya tocado observar esto por ti mismo, con un hermanito consentido de más (que se queja sin parar cuando las cosas se dividen equitativamente), con un equipo de fútbol que normalmente recibe trato especial por parte de los árbitros, con el fresco de la oficina que pide (y recibe) permiso cada vez que su mamá va al súper o su hijo desayuna Choco Krispis, pero bien despotrica cuando alguien se ausenta media mañana al año por cualquier motivo.

"Cuando estás acostumbrado al privilegio, la igualdad se siente como opresión".  Porque, de repente y "sin razón", se te priva de algo de lo que siempre has gozado; tu reacción, la reacción instintiva de cualquiera—emocional, gutural, primal, como quieras llamarle—es la de un bebé que exige jugar precisamente con el juguete que acaba de desechar, sólo porque su hermano lo recogió del suelo: "No es justo".

Una vez más, porque es un pensamiento que guarda tanta profundidad dentro de su sencillez que vale la pena repetirlo para asegurar que no lo pierdas de vista a lo largo de este texto:

"Cuando estás acostumbrado al privilegio, la igualdad se siente como opresión".

En pleno siglo XXI, existen aún muchas personas y muchos grupos que gozan de vastos privilegios, muy por encima de la realidad de otras muchas más personas y grupos; en pleno siglo XXI, son cada vez más las personas y los grupos que ya no están dispuestos a quedarse callados, y que buscan equilibrar un poco la balanza de distintas formas; la primera de ellas, tratando de crear conciencia sobre las desigualdades de las que son parte.

El problema es que cuando estás acostumbrado al privilegio, la igualdad se siente como opresión, especialmente cuando ese o esos privilegios están tan arraigados que constituyen el orden natural de las cosas.

El ejemplo más frustrante y cotidiano de este caso es el de las mujeres (claro que aquí hay que admitir que quizá me parece el ejemplo más frustante y cotidiano porque no sólo es de los más universales, afectando a más del 50% de la población mundial, sino porque me afecta a mí directamente). 

De entrada, porque el movimiento "de las mujeres" consiste en hacer avanzar la situación de las mujeres en general lo suficiente como para alcanzar la situación actual de los hombres en general.

 
Ésta no es la situación actual, pero es la situación real de la diferencia salarial en 1973 (56 centavos por dólar hace apenas 43 años), sólo por usar una medida verificada y cuantificable.

La situación actual es así:


78 centavos por dólar en 2013. Ha habido mejoría, pero todavía hay camino por recorrer.

El problema es que este movimiento tiene ahora un problema de semántica, porque reitero: el movimiento "de las mujeres" consiste en hacer avanzar la situación de las mujeres en general lo suficiente como para alcanzar la situación actual de los hombres en general.  Ésta es la literal definición del feminismo; el feminismo promueve la igualdad, no la supremacía de las mujeres, y sin embargo, la sola mención de la palabra dispara sentimientos desagradables tanto en hombres como en mujeres, que confunden (o le temen a la confusión) entre feminismo y feminazismo.

Ése no es mi punto en este momento; ésa es una conversación muy importante (especialmente ante tanto movimiento anti-feminista que explica su existencia diciendo que lo correcto es buscar igualdad, porque cuando estás acostumbrado al privilegio etc., etc.), pero no es la conversación que quiero establecer hoy, porque me interesa más que haya conciencia—y por lo tanto debate—sobre el fondo que sobre la forma: quiero asegurarme de que la mayor cantidad de gente posible comprenda por qué la igualdad nos urge a todos.

Si ya leíste hasta aquí, confío en que es porque tienes la mente abierta, interés en este tema o absolutamente nada mejor qué hacer; estoy segura que los anti-feministas que llegaron aquí por accidente ya deben haber dejado de leer.  Te saludo por tu buen juicio o tu día flojo en la oficina.

Mi punto aquí es que la diferencia salarial es, tristemente, el menor de nuestros problemas.  Nunca falta en esta conversación el que sale con que "mi esposa/hermana/amiga/abuela gana lo mismo que X/si no te gusta renuncia, nadie te obliga", pero piensa en eso: colectivamente, las mujeres ganan 20% menos que los hombres, EN ESTADOS UNIDOS, por hacer el mismo trabajo.  ¿Qué puede ser un mejor ejemplo de una injusticia? Y en mi opinión, ése es el menor de nuestros problemas. 

En este momento, considero que uno de nuestros mayores problemas es que existe un movimiento anti-feminista, que ve los esfuerzos que buscan acercarnos a la igualdad como opresores.  Las mujeres de todo se quejan, por todo culpan al imaginario "patriarcado"; sin exagerar, opinan que los hombres heterosexuales son la única clase que no está protegida.  Tengo los contactos de Facebook que lo prueban. 

Esto no es decir que no existan las feminazis y que no haya reacciones exageradas, porque las hay, pero éstas no son representativas, y en vez de movernos hacia adelante, nos llevan uno o varios pasos atrás.

Pensé en escribir sobre esa falacia estúpida de "claro que hay igualdad, porque nosotros estamos obligados a cargar el garrafón/pagar las citas", pero honestamente, es una falacia tan, pero tan estúpida, que llevo año y medio pensando qué se puede decir sobre ella, aparte de que es una falacia. Y aparte, muy estúpida.

* * *

Lo cierto es que las mujeres vivimos con miedo.  Es tan ubicuo y omnipresente que nunca hablamos de ello, como nunca hablamos de que la lluvia moja, o que hay que respirar para vivir.  No es que vivamos aterrorizadas todo el tiempo, pero desde pequeñas nos enseñan a cuidar a dónde vamos, por dónde caminamos, con quién, a qué hora, vestidas cómo, qué tomamos, etc., porque algo malo podría pasarnos.  Las mujeres no deben caminar solas de noche, porque alguien podría hacerles algo.  Algo como cualquier tipo de acoso sexual.

El problema es que el acoso sexual no depende de las precauciones que una mujer tome o deje de tomar; el acoso ocurre en público y en privado, en la noche y a plena luz del día, con y sin testigos; te garantizo que la mayoría de las mujeres que conoces han sufrido al menos un tipo de acoso en su vida, lo sepas o no.  Te pongo aquí algunos ejemplos:

  • En el Vaticano, en plena Plaza de San Pedro, llena de fieles católicos, una mujer fue nalgueada.
  • Una corredora hacía ejercicio en la Col. Benito Juárez Norte aquí en Mérida; un hombre en una bicicleta se le acercó y después de hacerle ruidos obscenos trató de tocarla.  Ella lo tiró de la bicicleta y corrió de regreso a su casa. 
  • Un estudiante de 2o de preparatoria le ofreció un masaje de espalda a una compañera de salón; durante el "masaje", deslizó sus manos por debajo de los brazos de ella para tocarle el pecho.
  • Una adolescente tenía problemas al montar una bicicleta; un hombre que pasaba por allá le ofreció ayudarla, y acto seguido se abrió el pantalón.  
Ni mencionar los múltiples casos de acoso en el transporte público o caminando donde hay albañiles, porque no acabamos.  


No necesito explicar que el sufrimiento de las víctimas de cualquier crimen, y especialmente los crímenes violentos, no termina junto con el crimen en sí.  Si has vivido o conoces a alguien que haya sido víctima de un asalto, o incluso de un robo sin haber estado presente (desde un cristalazo hasta un boquetazo), sabes que los anuncios donde "tu tranquilidad" es el mayor botín no son una exageración. Si te asaltan en tu coche, tu coche ya no es un lugar seguro; si roban en tu casa, tu propio hogar te causa ñáñaras.

En el caso de las mujeres que son víctimas de crímenes sexuales, no sólo el espacio se vuelve inseguro, sino hasta tu propio cuerpo; tu integridad es, de una u otra forma, y valga la redundancia, violada.  Pero además está lo anterior: el entendido es que tú como mujer eres responsable de tu propia seguridad, y por lo tanto, si alguien te hizo algo, existe la posibilidad de que tú hayas hecho algo para provocarlo.

Algo como ir a un lugar donde haya mucha gente, como el Vaticano.  Algo como correr en la calle en las mañanas.  Algo como aceptar un masaje de un amigo. 

Mucha gente (hombres y mujeres) se enojan cuando se habla de que vivimos en una (quizá mal llamada) "cultura de la violación", en la que los crímenes sexuales se perciben como algo que tiene que ocurrir tarde o temprano, pero que puede evitarse si las mujeres se visten adecuadamente y van a los lugares correctos; como crímenes que de una u otra forma son causados por las mujeres que no se visten adecuadamente, que van a los lugares incorrectos, que incitan a los hombres a hacerles algo.  En otras palabras, que un crimen sexual es culpa de la víctima.  

Quizá leas esto y pienses que las feminazis atacan de nuevo; que de ninguna manera nadie puede pensar así.  Pero la realidad es otra; este mes trascendió que un chico de 19 años que fue sorprendido in fraganti violando a una chica que estaba inconsciente recibió como sentencia seis meses de prisión, que pueden reducirse a tres por buen comportamiento.  ¿La justificación? Es su primera ofensa, y una sentencia más larga podría tener un severo impacto sobre él.

1. ¿La primera es gratis? Si me sorprenden matando a alguien, pero es la primera vez que mato a alguien, ¿me reducen la condena para que no impacte mi futuro?
2. ¿Qué no el punto del sistema de justicia es que haya un impacto sobre un criminal acorde a la severidad de su crimen?

¿Qué te dice esto? Que el juez no está pensando en el impacto que el crimen de Brock Turner tuvo sobre su víctima, si considera que seis meses de prisión son suficientes; o que considera que Brock Turner no es taaaan culpable, pues la chica estaba borracha; o que el juez es incapaz de entender que una violación es un crimen muy, pero muy serio.  La cultura de la violación no consiste en pensar que está bien cometer crímenes sexuales, sino en no darles la importancia que tienen, defender a los agresores, culpabilizar a las víctimas.

Si no seguiste el link, te cuento que el papá de Brock Turner pidió una sentencia reducida para su hijo, arguyendo que fue víctima del alcohol y la promiscuidad, y que el proceso legal ha sido tan estresante que el pobre ya no come como antes; una amiga suya de la prepa salió a defenderlo diciendo que es un muy buen muchacho, y que en realidad lo que hizo no cuenta como violación porque la chica estaba borracha.  Excepto que no estaba borracha, estaba inconsciente.  Lo sorprendieron in fraganti, y tan sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, que trató de huir, y los chicos que lo descubrieron lo tuvieron que perseguir y taclearlo, porque era visiblemente obvio que estaba violando a una mujer que estaba inconsciente. 

Quienes hablan de terminar con la cultura de la violación piden que así como se enseña a las niñas a tomar precauciones para prevenir ataques sexuales, se enseñe a los niños la importancia del consentimiento y el respeto del mismo.  Que ambos entiendan que no es no, y se respeten y se den a respetar.

Pienso que una de las explicaciones más elocuentes sobre este tema es la que te comparto, del escritor Matt Lang:

"He estado alcoholizado muchas veces, incluso en compañía de mujeres promiscuas que también estaban alcoholizadas, y me las he arreglado para no violarlas, así que creo que el alcohol y la promiscuidad no son el problema.

"El problema es éste: algunos hombres son unos desgraciados que sienten que tienen derecho a todo, y son desgraciados que sienten que tienen derecho a todo porque sus padres, sus entrenadores y sus amigos les enseñaron a ser desgraciados que sienten que tienen derecho a todo.  Y porque son unos desgraciados que sienten que tienen derecho a todo, creen que pueden tener todo lo que se les antoje, y que su valor depende de lo que tienen y lo que toman.

"El alcohol tiene la capacidad de liberar lo que, muy en el fondo, siempre hemos querido hacer.  Para mí, eso significa ocasionalmente correr desnudo en lugares en los que no debería hacerlo, como bibliotecas o desiertos (para la próxima, debo recordar que desierto = cactus).  Pero sin importar qué tan borracho haya estado, nunca he olvidado que violar está mal, porque me enseñaron que violar está mal.  Ni todo el alcohol del mundo puede quitarme ese valor.

"A Brock Turner y los de su calaña no se les enseñó eso.  Se les enseñó que pueden tener lo que quieran, cuando lo quieran, incluyendo a las mujeres.  Y que eso es ser un hombre.  Brock Turner pensó que tenía derecho a un poco de "acción", sin importar cómo la obtuviera, y lo pensaba mucho antes de haberse emborrachado.  El alcohol no introdujo ese pensamiento, lo liberó.  Ese pensamiento: "puedo tomar lo que yo desee, incluyéndola a ella" fue plantado y regado por toda una perversa comunidad.

"Lo correcto es que lo avergoncemos a él, a su papá, y a la amiga que lo defendió, y al juez y a todos los desgraciados que sienten que tienen derecho a todo con los que nos encontremos.

"Y con la misma importancia, debemos amar a nuestros niños, y enseñarles la dignidad del cuerpo, y cómo afrontar la desilusión y la confusión, y cómo navegar pensamientos confusos, y cómo separar los sentimientos de las acciones, y cómo comunicarse y escuchar.  Necesitamos redefinir para ellos lo que significa ser un hombre, y que su valor no depende de lo que tengan y de lo que tomen."