Lo pensé demasiado y ya casi no recuerdo los detalles; estábamos en casa de tia Alicia después de un día de compras o algo así. Luisa estaba insolada y se sentía mal. Cuando la volteé a ver, tenía unos 4 o 5 años, era una niñita de cabello corto en una media cola con fleco y un vestidito blanco, abrazada a su mamá, feliz de que la estuviera cuidando. Luisa, más alta que yo a sus 25 años, estaba en los brazos de mi tía, disfrutando de las fiestas que ella le hacía.
Me di cuenta de lo que estaba pasando, y me ganó la emoción, pensando que era una especie de milagro; me puse a llorar mientras caminaba tratando de calmarme, paseando un tomo del diccionario enciclopédico Quillet que tenía un mapa. Pensé en lo que significaba y en cómo eran las cosas; me dio un poco de tristeza pensar como son las cosas después, con el paso del tiempo: un poco al revés. Aún así, fue muy bonito hasta que escuché que se apagaba el aire acondicionado y desperté.
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