Hoy escuché la descripción de tres hermanos, con fines simplemente de identificación. El primero es alto, delgado, fuerte y rubio. El segundo es bajito, de cabello oscuro, y no es delgado. El tercero es bajito, de cabello oscuro, y de plano gordito.
Y porque evidentemente no tenía nada mejor qué hacer, me puse a pensar en los tres hermanos, y en el menor, y si en algún momento él se preguntaría por qué le tocó ser, además del menor, el gordito chaparrito. Me pregunté si alguna vez él deseará cambiar de lugar con alguno de sus hermanos, para no seguir siendo el ñoñito.
Me respondí que, aún si lo deseara, y aún si se le cumpliera, daría lo mismo, porque ya no sería el hermanito, sino el hermano de enmedio, que no conoce otra realidad más que ser el hermano de enmedio, y tal vez siendo el hermano de enmedio desearía ser alguna otra cosa. Si yo deseara ser mi hermana para tener un mejor sentido de la moda, verme mejor en traje de baño y poder salir sin dedicar al menos 4 minutos de mi tiempo cada día a rizarme las pestañas, y de hecho se me concediera, ya no sería yo, sería ella; haberlo deseado no habría servido de nada, y tal vez entonces, sin saberlo, me pasaría el tiempo pensando (pero sin bloggear, porque eso es para geeks, y yo no sería una de
ésos) en cuánto me gustaría ser tan inteligente, graciosa, talentosa, sencillita, carismática, intelectual y modesta como mi hermana.
Y así continué mi día, con la tranquilidad de que al menos por hoy, 11 de marzo de 2008, no parezco tener ningún problema de autoestima.