20 de abril de 2008

I don't know where it is, but I know I'm going...

"Estoy en un lugar en el que nunca, literalmente nunca, soñé estar. En la playita del hotel en Oeiras, desde aquí veo Lisboa, el puente, el Cristo Rey... Hace un momento unas gaviotitas europeas se acercaron a mí como si nada. La arena esta oscura, y las piedras de río la llenan de color..."

Cada cierto tiempo trato de explicarme a mí misma el amor que tengo por Portugal. Estuve ahí menos de 5 días, de los cuales al menos uno entero pasé bajo un puente cerca del acceso al estadio José Alvalade (en Europa bajo un puente... ¿Cliché much?). Y sin embargo, puedo ver las fotos y releer las notas y repasar los recuerdos una y otra vez, y la sola mención del país me hace sonreir y pensar en la belleza de todo lo que ahí vi.

Y creo que no es solo el mar helado, o las playas rocosas, o el clima maravilloso ni los castillos y las construcciones interesantes... Sino más bien que Portugal fue un refugio después de las terribles experiencias que tuve con la "amabilidad" de la madre patria (ah, las historias que KQ y yo podríamos contar...). Inclusive de regreso en Madrid, los portugueses eran para mí una boya de sensatez y espíritu humano. ¿Suena exagerado? Durante la barbarie que fue el Vicente Calderón, no lo era. Aún viéndolo en perspectiva me lo sigue pareciendo.

Así que aquí sigo, lejos pero al mismo tiempo cerca, orgullosa de la "nacionalidad honoraria" que amablemente un grupo de las mejores personas que he conocido en mi vida compartieron conmigo, soñando con volver, con hablar su idioma como ellos, y de volver a estar sentada en una roca viendo el mar azul, azul, de verdad azul.

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