Hay pensamientos que hacen que mi corazón se detenga por un momento, de día y de noche, sola y acompañada, contenta y triste. Son pensamientos que prefiero hacer a un lado para evitar dejar lo que estoy haciendo e ir a abrazar a mi mamá.
Ayer, viendo algunas de las fotos de mi viaje a NY, me vi y no me reconocí. O más bien, sí, pero me vi diferente. Y no lo pensé mucho, en realidad, pero hoy, después de ir al super con mi mamá, y ver las cosas que compré en el super y las que anoté en una lista en mi celular para comprar (sin mencionar a la promotora de tarjetas de crédito que para variar alcanzó a decirme "señora, no le interesa...?" antes de que le dijera "NO!" y saliera corriendo), me veo y siento diferente. Me percibo diferente.
Hoy soy una persona que va al super y compra velas aromáticas. Marcos. Potpourri. Enjuague bucal. Persianas.
Un día de estos me convertí en un adulto y ni cuenta me di.
Hoy soy una persona que va al super y compra velas aromáticas. Marcos. Potpourri. Enjuague bucal. Persianas.
Un día de estos me convertí en un adulto y ni cuenta me di.
En algún momento compartí esa sensación de adultez contigo, pero me duró bien poco, por que presiento que jamás lo seré del todo... disfruto demasiado la suave irresponsabilidad de no saber cuanto cuesta una paquete de pañales, o aprender a hacerle al plomero/electricista del hogar... no seré adulto mientras pueda patinar,reírme como niño o identificarme con series de TV para cuarentones... ¡viva la infantilidad eterna!
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