Mi tía Isela, con su maquillaje y peinado impecables, su vestido bien planchado y sus taconcitos apropiados, se acostó sobre su cama. Y nunca despertó. Se fue, elegante como siempre, a ver a su mamá.
Qué manera de irse.
El lugar donde los sueños se hacen realidad, los quejitos se escriben en mayúsculas y la gente llega en su mayoría porque odia a Banamex.
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