25 de marzo de 2011

Mamma mia!

Hace algún tiempo, mi hermana y yo fuimos entrevistadas vía email sobre nuestro viaje a Europa y los conciertos a los que fuimos estando allá para una publicación.  Luego, algún editor de esa publicación (cuyo nombre no se revelará para contribuir al misterio) tomó frases aleatorias de dicha entrevista, las combinó con algunas fotos de los eventos y nunca nadie volvió a hablar al respecto, porque así de penoso fue.

Habiendo pasado ya el tiempo necesario para que se nos pase la vergüenza, he aquí un pequeño acto de contrición, en la forma de un verdadero recuento de lo que fue visitar Roma.


La cosa con Roma es que es una ciudad que tiene literalmente milenios de antigüedad, y sigue siendo la misma.  Según lo que un guía nos dijo, partes de la actual Roma están prácticamente 8 m por encima de la antigua Roma, porque en más de una ocasión se decidió que era más fácil construir sobre los escombros de lo que había, en vez de quitarlos para construir.  A lo que voy es que en Roma si tiras una piedrita al azar seguro cae en un lugar histórico, y es verdaderamente tanto lo que hay que es ridículo pensar que con una de esas guías visuales será suficiente.


La bóveda falsa de la iglesia de San Ignacio, pintada por Andrea Pozzo.



Uno de los descubrimientos más valiosos que hicimos estando en Europa fueron los Free Walking Tours, en los cuales un guía te lleva por diferentes partes de la ciudad, mostrándote detalles y contándote historias de los que bien podrías pasar de largo en el camino a las zonas más turísticas.  En Roma, el (muy recomendable) FWT New Rome Free Tour comienza en la Piazza di Spagna, todos los días a las 5:30pm, e (incluye entre muchas otras cosas) visitas a la increíble iglesia de San Ignacio, al Panteón, al acueducto romano (el único que queda), evidentemente a la Fontana di Trevi, la columna de Marco Aurelio, la iglesia de San Andrés... Bueno, sobra decir que vale la pena.  El tour, por si no fuera obvio, es gratuito, excepto por las propinas (totalmente voluntarias) que los guías hacen una gran labor por ganarse.


Ahora, ¿has oído decir que Roma está en ruinas? Pues... más o menos. Honestamente, las partes más históricas de la ciudad, incluyendo el Coliseo y sus alrededores, podrían pasar por montones de rocas, es decir, claro que impresionan y todo, pero al igual que las pirámides mayas, es el contexto de su mejor momento el que verdaderamente les permite cobrar vida y relevancia a nuestros ojos cuando las exploramos.   En otras palabras, por favor nunca visites el Coliseo, y mucho menos los foros romanos, sin guía.

    
     
 
 
   


Por otro lado, la comida.

No les voy a mentir: desde que se confirmó que estaría en Roma unos días, y hasta el día que me pusieron un plato enfrente estuve esperando CON SINGULAR EMOCIÓN el instante mágico en el cual mis papilas gustativas tuvieran el placer de saberse en Italia.  La realidad es que, como muchas cosas, hay que saber dónde tener ese placer.

La primera noche fuimos a Luzzi, a un par de cuadras del Coliseo (y de la vía Merulana, donde estaba nuestra posada).  Espero que las fotos hablen por sí mismas.






La pizza italiana es, como todos han de imaginarse, totalmente diferente a lo que nosotros conocemos como pizza.  Es muy delgada, normalmente pequeña y MUY sabrosa; es de hecho tan delgada que parece difícil poder comerla con la mano.   Los ingredientes son totalmente frescos, y van desde queso de cabra hasta prosciutto o huevo duro.  Nada de pepperoni ni jamón tal cual.  El estar hechas al horno les cambia el sabor.  Honestamente, no sé si en algún lugar he probado una pizza que se le aproxime, como para poder dar una idea.


   


Por otro lado, también fuimos al ristorante La Rotonda, cerca de la Piazza de la Rotonda (dígase, el hermosísimo Panteón).  En una escala del 1 al 10, le doy un -14.  Jamás en mi vida probé comida tan mala.  La pasta, insípida y fría; el pan, como de hace tres días; el "filete de res" en salsa de champiñones era más bien jamón de res con "gravy" de lata; la ensalada no tenía aderezo; el tiramisú estaba verdoso; el servicio, abismal... Para colmo, al final de la noche la mesera nos armó un ESCÁNDALO cuando le pedimos que nos dividiera la cuenta en dos tarjetas de crédito.  Una experiencia surreal.

NOT.

   



Por otro lado, lo que sí es una delicia sin igual es el gelato.  No puedo decir cuántos habremos consumido, no sólo porque no me acuerdo, sino porque si me acordara posiblemente me daría vergüenza.   Queda claro que, con sólo cinco días, no había tiempo de causarnos tanto daño los unos a la otra (porque me cae que mi obesidad sería su beneficio estabilidad económica vitalicia y nada más), pero de las gelaterías que visité, la que indiscutiblemente queda en primer lugar es la de la Santa Signora (que no sabe que su gelateria se llama así; en realidad no sabemos cómo se llama).  Está cerca del Panteón también, justo al lado de un Despar, lo que me hace pensar (según Google Maps), que está sobre la via Giustiniani que lleva hasta la Rotonda.  En todo caso, aquí hay una foto para que no se pierdan, porque honestamente, PEINAMOS la zona con tal de regresar.

El templo de la Santa Signora del Gelato.
El segundo lugar se lo lleva la primera gelateria del lado izquierdo al entrar a la Isola Tiberina.  No se pierdan. Acepto recomendaciones y reseñas de otros lugares para cuando regrese (pronto, jaja).

En fin, Roma. Evidentemente no puedo cubrir todo lo fantástica que es la ciudad, porque sobre ella se ha escrito más de un libro; por otro lado, ningún libro puede describirte lo que tú sentirás una vez que camines en sus banquetas angostas, cruces sus calles entre enjambres de elegantes ejecutivos en motos, y viajes en el tiempo cada vez que entres a una iglesia.   No es sólo que los antiguos edificios romanos estén en ruinas (lo están), sino que la ciudad en sí no parece estar en las mejores condiciones; hasta las zonas más turísticas están bastante descuidadas, pero las iglesias...  Al menos yo nunca había visto nada igual.

San Giovanni in Laterano = San Juan de Letrán





Pero todo lo volvería a ver con guía.

1 de marzo de 2011

No es por nada, pero mi sueño de anoche está como para que se mueran de envidia.

 Soñé que me iba de viaje.

Creo que en el momento no lo procesé, pero ahora que lo recordé me doy cuenta que estuvo genial, porque yo iba en una parte del avión que no estaba cubierta: era más bien como estar en una montaña rusa, a tal grado que para cuando empezó la aceleración para el despegue yo estaba todavía buscando mi cinturón de seguridad, preocupada no sólo por lo inseguro que era despegar sin cinturón, sino también por la posibilidad de llegar a mi destino con bichos en la cara.  Cabe mencionar que no todos los asientos eran así, pero la otra persona en mi fila en uno como ése era Bryan Batt.  

Llegamos a nuestro destino (sin bichos en la cara, para quien estuviera con el pendiente), y fue entonces que me di cuenta que algo no estaba bien. Mi hermana y mi abuelita estaban ahí, y yo sabía que yo no iba al mismo lugar que ellas... y así relacioné que no sabía en qué aeropuerto estaba, ni a dónde estaba yendo.  "Debo estar soñando, porque esto no tiene sentido".  Mi hermanita me dijo que estábamos en Houston, y nos detuvimos en una tienda como de souvenirs, o folletos, ni siquiera sé, a ver qué había.

Siendo en este momento casi la una de la tarde, supongo que es natural no recordar nada más al respecto.

Por todo lo sagrado que existe en este mundo

 Google, necesito, NECESITO pedirte un favor.  No, no que me contrates, aunque honestamente, no estoy lejos de rogar por eso también.  Lo que estoy por solicitar es algo que ha sido una minúscula piedrita en mi zapato durante mucho tiempo, pero como toda piedrita en un zapato sobre la cual no se tiene ningún control, me está volviendo loca.

Loca, al grado de haber ideado esta ridícula (e improbable) manera de llamar su atención sólo durante el tiempo suficiente para tal vez lograr que se le dé atención a esta bicoca de situación.

POR TODO LO SAGRADO QUE EXISTE EN ESTE MUNDO:

(Redirigir sí)

REDIRÍJANME.  REDIRÍJANNOS.  No nos redireccionen.  No se igualen a los cajeros de Banamex que en más de una ocasión me han invitado a aperturar una fantástica línea de crédito.

¿Por favor, por favor, por favor?